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Muchas veces los hombres buscamos el amor en la tierra, y no siempre encontramos quien nos corresponda. Hay fallos y debilidades en el amor humano y, sin embargo, nos afanamos y luchamos por él. Y, pudiendo disfrutar gratis del AMOR, con mayúsculas, ¿cómo no lo valoramos y apreciamos debidamente?...
El Amor de Dios no falla nunca y nos espera siempre; nos disculpa, nos comprende y nos ama en todo momento. Es el AMOR ABSOLUTO. Por eso, a la hora de su despedida, el Jueves Santo, nos deja en la Eucaristía su Cuerpo y su Sangre, como máxima expresión de su deseo de estar junto a nosotros. Además nos infunde su propio Espíritu para poder sentir, pensar y obrar como Él.
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