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Orar es abrirte al ser, dejarte invadir por la presencia del Ser, que es Amigo, contemplar, agradecer, adorar, amar. Orar es entrar dentro de ti mismo, hasta llegar hasta tu más íntima intimidad, que es Fuente de ser. Es entrar en la dimensión de Dios, que se hace presente en las demás personas, en los acontecimientos de la vida, en la naturaleza toda; y orar es dejarse interpelar por la palabra de Dios, que se ha hecho vida en Cristo Jesús. El sigue hablando, porque es «libro vivo». Orar es entrar en la profundidad de todo, ver y escuchar y sentir y comprender y trabajar y relacionarse y amar en verdad y profundidad. Ahí, en lo profundo, encontramos a Dios. Lo mismo da que cantemos salmos o que atendamos al enfermo o que contemplemos un árbol o que andemos entre libros y pucheros. Dios está ahí.
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