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La preparación no es un tiempo de tristeza, es ya parte del misterio pascual. Van a ser tres largos meses de fiesta: primero, cuarenta días de tensa espera; después, el gozoso día de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el Día, la Pascua, el triunfo de la vida sobre la muerte; en conclusión, cincuenta días más, asimilando y viviendo el misterio. Es que un día es poco para tanta verdad y para tanta alegría. Hay que prolongar el tiempo y dosificar el alimento. Hay que acostumbrarse a tanta dicha. El deseo de la Iglesia es que esa Fiesta no termine nunca, que ese Día no tenga ocaso. Por eso, el primer anuncio de la Cuaresma es de alegría. No penséis, por favor, en mortificaciones y en complejos de culpa. Vivir en la negatividad es hasta blasfemo. No mortificaciones, sino vivificaciones; no penitencias, sino conversión; no culpa, sino gracia. No hablemos, pues, solamente de mortificaciones. sino de libertad: no hablemos nada más de ayunos y limosnas, sino de solidaridad; no "busquemos" sufrimientos, sino aceptemos y compartamos los sufrimientos, para superar todo sufrimiento.
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