La limosna cobra un sentido especial en la cuaresma. Con la renuncia de parte de nuestros bienes ayudando a los pobres y necesitados nuestro corazón se ensancha. De este modo comprendemos que cuanto poseemos es un don de Dios, y que todo don de Dios nos ha sido dado para compartirlo con los hermanos. Al desprendernos de lo propio nuestro corazón queda más libre para llenarse de Dios.
También podemos dar de nuestro tiempo con quien lo necesita.
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