En los momentos de mayor desamparo,
De mayor abandono aparente de lo invisible,
En esos momentos que hicieron gritar al propio Cristo,
Sí, gritar de dolor, diciendo:
“Deus meus, Deus meus, ut quid dereliquisti me?”
Cuando te parezca que estás solo en un infinito hostil
Y no tienes ni asidero ni refugio,
Piensa este pensamiento capital:
“Por mucho que yo me ame a mí mismo, Dios me ama infinitamente más.
Yo no me amo a mí mismo sino desde la edad de la razón;
Dios en cambio ya me amaba antes de nacer, desde toda la eternidad.
Él me ama infinitamente.
Lo que me acontezca, pues, por áspero e inexplicable que sea en apariencia,
Tiene por fuerza que acontecerme para bien…”
Este pensamiento te consolará.
(Amado Nervo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario