No vivimos para comer, ni para estudiar, ni para trabajar, ni para rezar. Todo lo contrario, comemos, estudiamos, trabajamos o rezamos para vivir. No vivimos para nada; pues la vida no es medio, sino fin. Vivimos para vivir. Que eso significa creer en la vida eterna.
Creer en la vida eterna no es creer que hay dos vidas, ésta y la otra; sino aceptar que ya vivimos, optar por la vida, amarla y pronunciarnos en favor de todo cuanto la hace posible y en contra de todo cuanto la mortifica.
Navidad es recobrar la fe en la vida. En la nuestra y en la de todos. No es recordar que nació el niño Jesús; sino creer que ese niño, de nombre Jesús, es el Hijo de Dios. En Navidad no sólo nace una nueva vida. Nace de nuevo la vida, es decir, viene al mundo la vida, la vida que había en Dios y que es luz que ilumina a todo hombre, para que, si la recibe y cree, pueda comenzar a vivir para siempre.
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