Tener fe es como llevar una linterna en una
excursión nocturna. El paisaje no cambia al ser
iluminado, ni disminuye el cansancio de la marcha.
Pero el que tiene la linterna ve mejor cómo
es la espesura y camina con un poco más de
seguridad. El peso de la linterna le puede exasperar
a veces, o las sombras producidas hacerle
imaginar feroces fantasmas, pero gracias a la
linterna será más difícil que tropiece y caiga, y
se sentirá satisfecho de poder prestar una ayuda
a los demás.
Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evangelización”,
p. 161
TEXTOS PARA MEDITAR
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En esta sección irán apareciendo distintos textos, poesías, pensamientos de autores conocidos,... que nos pueden ayudar a reflexionar un poco y a meditar sobre nuestro comportamiento como cristianos.
domingo, 27 de junio de 2010
AGRANDA LA PUERTA
Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Miguel de Unamuno
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Miguel de Unamuno
viernes, 18 de junio de 2010
RECETA PARA UN HOGAR FELIZ
Ingredientes:
3 tazas de amor, 3 tazas de fe,
2 tazas de comprensión, 2 tazas de lealtad,
1 taza de olvido, 1 taza de esperanza,
5 cucharadas de ternura,
4 cucharadas de bondad,
3 cucharadas de silencio
1 barril de alegría.
Instrucciones:
Tomando el amor y la fe,
mezclarlos a fondo con la lealtad
y la comprensión.
Agregar ternura, bondad y esperanza.
Aderezar con olvido y silencio.
Condimentar abundantemente con alegría.
Hornear con rayos de sol.
Enrique de Soto.
3 tazas de amor, 3 tazas de fe,
2 tazas de comprensión, 2 tazas de lealtad,
1 taza de olvido, 1 taza de esperanza,
5 cucharadas de ternura,
4 cucharadas de bondad,
3 cucharadas de silencio
1 barril de alegría.
Instrucciones:
Tomando el amor y la fe,
mezclarlos a fondo con la lealtad
y la comprensión.
Agregar ternura, bondad y esperanza.
Aderezar con olvido y silencio.
Condimentar abundantemente con alegría.
Hornear con rayos de sol.
Enrique de Soto.
AUSENTES
Según antiguas tradiciones tibetanas, Dios viene
muchas veces a visitarnos a cada uno, pero se
marcha porque sencillamente no nos encuentra.
No estamos en casa. Es decir, que no estamos
donde estamos. Que estamos presentes, sí,
corporalmente, físicamente donde está en aquel
momento nuestro cuerpo externo, pero que
nuestra mente, nuestra alma, nuestra conciencia
están lejos, están dispersas, están perdidas sin
saber dónde están. Dios llama a la puerta, pero
no hay nadie en casa. Nadie contesta. Se pone
ante nuestros ojos, pero no le vemos. Habla a
nuestro interior, pero no le escuchamos. No
estamos en casa. Estamos ausentes de nosotros
mismos. Ésa es nuestra dolencia.
Una visita de cortesía no es un encuentro de
conciencias. Un apretón de manos puede ser un
mero frotar de piel. Y con frecuencia estamos
fuera de nuestra piel. Dios no nos encuentra
porque nosotros no nos hemos encontrado a
nosotros mismos.
Ése es el secreto del recogimiento, la contemplación,
la unión: estar en casa cuando Dios
llama.
muchas veces a visitarnos a cada uno, pero se
marcha porque sencillamente no nos encuentra.
No estamos en casa. Es decir, que no estamos
donde estamos. Que estamos presentes, sí,
corporalmente, físicamente donde está en aquel
momento nuestro cuerpo externo, pero que
nuestra mente, nuestra alma, nuestra conciencia
están lejos, están dispersas, están perdidas sin
saber dónde están. Dios llama a la puerta, pero
no hay nadie en casa. Nadie contesta. Se pone
ante nuestros ojos, pero no le vemos. Habla a
nuestro interior, pero no le escuchamos. No
estamos en casa. Estamos ausentes de nosotros
mismos. Ésa es nuestra dolencia.
Una visita de cortesía no es un encuentro de
conciencias. Un apretón de manos puede ser un
mero frotar de piel. Y con frecuencia estamos
fuera de nuestra piel. Dios no nos encuentra
porque nosotros no nos hemos encontrado a
nosotros mismos.
Ése es el secreto del recogimiento, la contemplación,
la unión: estar en casa cuando Dios
llama.
Carlos G. Vallés
Vida Nueva, nº 2031 de marzo del 96
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