TEXTOS PARA MEDITAR

TEXTOS PARA MEDITAR
En esta sección irán apareciendo distintos textos, poesías, pensamientos de autores conocidos,... que nos pueden ayudar a reflexionar un poco y a meditar sobre nuestro comportamiento como cristianos.

martes, 28 de febrero de 2012

TIEMPO DE LIMOSNA

La limosna cobra un sentido especial en la cuaresma. Con la renuncia de parte de nuestros bienes ayudando a los pobres y necesitados nuestro corazón se ensancha. De este modo comprendemos que cuanto poseemos es un don de Dios, y que todo don de Dios nos ha sido dado para compartirlo con los hermanos. Al desprendernos de lo propio nuestro corazón queda más libre para llenarse de Dios.
También podemos dar de nuestro tiempo con quien lo necesita.

sábado, 25 de febrero de 2012

TIEMPO DE AYUNO

El ayuno, establecido por la iglesia para el miércoles de ceniza y el Viernes Santo pide que el cristiano haga una sola comida al mediodía y un poco de alimento por la mañana y por la tarde. A esta práctica se une la abstinencia que consiste en no comer carne los viernes. Esta privación voluntaria y moderación en el comer nos ha de ayudar a vivir de modo más espiritual nuestra vida. En un mundo opulento como el nuestro y lleno de tantas cosas superfluas, con el ayuno recordamos que el hombre ha de alimentarse ante todo de Dios.
También podemos ayunar de los caprichos innecesarios, de las horas inútiles ante la televisión, de las conversaciones frívolas y de tantas otras cosas, para dedicar nuestro tiempo a Dios y a los hermanos.

miércoles, 22 de febrero de 2012

¿QUÉ ES LA CUARESMA?

La Cuaresma es el tiempo de cuarenta días que precede a la Pascua de Resurrección, la fiesta más importante de los cristianos. Durante este tiempo, la Iglesia y cada creyente, se revisa a sí mismo siguiendo el modelo de Cristo que fue tentado durante cuarenta días en el desierto. La palabra de Dios ilumina el recorrido cuaresmal de cada cristiano, ofreciéndonos durante sus cinco domingos un mensaje de liberación y fe: las tentaciones de Jesús en el desierto, su transfiguración en el Tabor, la expulsión de los mercaderes del templo, Cristo como luz que viene al mundo y el grano del trigo que cae en tierra y muere dando fruto, serán los hitos que jalonen ese camino.
Este tiempo comienza bajo el signo de la ceniza, con el que se nos recuerda que nos hemos de convertir y creer en el Evangelio. La conversión es la vuelta al Señor olvidando y dejando atrás todo aquello que nos separa de Él. Es necesario avivar nuestra fe y creer firmemente en su Palabra, que es palabra que salva al hombre. Igualmente, la ceniza nos recuerda la fragilidad de nuestro ser que es como el polvo, y que nuestros días en este mundo tendrán un final. La vida del hombre es por tanto un camino hacia el cielo. La cuaresma nos recuerda que el destino final de cada persona es la salvación, don que el hombre recibe con el sacrificio de Cristo en la cruz y con su gloriosa Resurrección, Misterio Pascual que celebraremos al final de este tiempo.

lunes, 20 de febrero de 2012

EL CABALLO EN EL POZO

Un hacendado que se enfrentaba a muchas dificultades, poseía algunos caballos para que le ayudaran en los trabajos de su finca. Un día su capataz llegó con la noticia de que uno de los caballos había caído en un pozo abandonado. El hacendado fue rápidamente al lugar del accidente, evaluó la situación y se aseguró de que el animal no estuviese herido. Pero debido a la dificultad y al alto coste requerido para retirarlo del fondo del pozo, concluyó que no valdría la pena invertir en una operación de rescate.
Tomó pues la difícil decisión: dijo al capataz que sacrificase al animal, echando tierra al pozo hasta enterrarlo allí mismo. Y así se hizo. Los empleados mandados por el capataz comenzaron a arrojar tierra dentro del agujero, de modo que llegase a cubrir al caballo.
Pero a medida que la tierra caía sobre su lomo, el animal se la sacudía y la tierra se iba acumulando en el fondo del pozo, dando al caballo la posibilidad de ir subiendo. Pronto los hombres se dieron cuenta de que el caballo no se dejaba enterrar, sino que al contrario, iba subiendo a medida que se llenaba el pozo, hasta que por fin consiguió salir. Al enterarse de lo que pasó, el hacendado se sintió muy satisfecho y el caballo vivió todavía muchos años sirviendo al dueño de la finca.
Si estuvieses “allí abajo”, sintiéndote poco valorado, y los demás te evitaran y echaran sobre ti la tierra de la incomprensión, de la falta de oportunidad y apoyo, recuerda a ese caballo. No aceptes la tierra que cae sobre ti... Sacúdela y sube sobre ella. Y, cuanta más tierra, más irás subiendo, subiendo... y aprendiendo a salir del agujero... ¡Piénsalo!

“Abriendo caminos” (I.Vian y A.Colombo)

jueves, 16 de febrero de 2012

ZANAHORIA, HUEVOS Y CAFÉ

Una hija se quejó a su padre de que su vida y las circunstancias que le rodeaban eran muy difíciles. Estaba cansada de luchar y de esforzarse. Su padre la condujo a la cocina. Llenó tres cazuelas de agua y las colocó en el fuego. Cuando las cazuelas comenzaron a hervir, en una colocó zanahorias, en otra echó huevos y, en la última, puso café. Dejó que todo hirviese sin decir una palabra.
La hija dio un suspiro y esperó impaciente. Al cabo de unos veinte minutos, su papá apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un cuenco. Retiró los huevos y los puso en otro. Luego sacó también el café con un cucharón y lo echó en otro cuenco.
Volviéndose después hacia la hija le preguntó:
-¿Qué es lo que estás viendo, jovencita?
-Zanahorias, huvos y café- respondió ella.
El padre le pidió que probara las zanahorias. Ella obedeció y notó que estaban blandas. Luego le dijo que cogiese un huevo y lo cascase. Ella, después de retirar la cáscara, verificó que el huevo se había endurecido con el hervor. Finalmente le pidió que tomase café molido. Ella sonrió al oler aquel aroma delicioso. Sin embargo, preguntó humildemente:
-¿Qué significa esto padre?
Él le explicó que cada uno de aquellos productos había experimentado la misma adversidad –agua hirviendo-, pero que cada uno reaccionó de una manera diferente. La zanahoria entró dura, firme e inflexible, pero después de haber sido sometida al agua hirviendo, se ablandó y se volvió suave. Los huevos eran frágiles, pero después de haber sido colocados en el agua hirviendo, su interior se volvió más duro. El café, sin embargo, era incomparable. Después de haber sido colocado en el agua hirviendo, había cambiado el agua.
-¿Cuál de ellos eres tú? -preguntó a la hija- ¿Eres una zanahoria porque pareces fuerte, pero que con el dolor y la adversidad se debilita, se vuelve frágil y pierde su fuerza, o tal vez seas como el huevo, que comienza con un corazón maleable pero después de un dolor se vuelve más difícil y duro?¿O quizás como el café que, cuando las cosas se ponen peores, se vuelve mejor y hace que todo a su alrededor también mejore?

Abriendo caminos” (I.Vian y A.Colombo)

martes, 14 de febrero de 2012

LA HORMIGUITA Y EL MONJE

Había una vez un monje que vivía en un monasterio en la periferia de una ciudad. Vivía orando y trabajando. Todo lo que anhelaba en la vida era llegar a ser santo. Después de mucho sufrir, rezar y trabajar, no sentía que hubiera cambiado nada en su vida. No se sentía santo, sino al contrario, se sentía más pecador. Con este sentimiento entró en crisis. Dejó de rezar... Trabajaba sin ganas... Andaba refunfuñando por los pasilos... Y, siempre triste, ya no pensaba en ser santo: más bien se preparaba para irse de aquel monasterio.
Seguía dándole vueltas a sus pensamientos, cuando vio una hormiguita cargada con una hoja mucho mayor que ella. El peso de la hoja le hacía caer a la hormiguita por un lado y por el otro. Pero, a pesar de los tumbos que daba, no desistía de llevar la hoja. Sabía que aquella hoja salvaría su vida... Y así, caída hacia la derecha... caída hacia la izquierda... La hormiguita recomenzaba... Entraba debajo de la hoja, la agarraba con sus pinzas y seguía cargada con ella...
El monje se quedó allí mucho rato observando. Disfrutando de aquella visión de la hormiguita cargando la enorme hoja hasta que entró en el hormiguero. Como contemplativo que era, el monje pensó en su vida y en los sentimientos que últimamente invadían su corazón. Pensó en la hormiguita cargando su salvación y se dijo a sí mismo:
-Seré como esa hormiguita. Cargaré mi fe con todas mis fuerzas. Aunque las tentaciones me derrumben, jamás desistiré de hacerme santo. Permaneceré en el monasterio y seré un monje santo, bueno, con muchas virtudes... Amaré a los míos y a todos los que se crucen en mi camino... En todo, amar servir.
Así, rezando feliz, el monje volvió a sus actividades cotidianas, fortalecido por el infinito amor de Dios que se manifiesta en las más insospechadas situaciones de la vida.

Abriendo caminos” (I.Vian y A.Colombo)

jueves, 9 de febrero de 2012

HOMBRE DE COLOR

Cuando nací, era negro.
Cuando crecí, era negro.
Cuando me pongo al sol, soy negro.
Cuando tengo frío, soy negro.
Cuando estoy enfermo, soy negro.
Cuando muera, seguiré siendo negro.
Cuando tú naciste, eras rosa.
Cuando creciste, eras blanco.
Cuando te pones al sol, eres rojo.
Cuando tienes miedo, te pones verde.
Cuando estás enfermo, te pones amarillo.
Cuando mueras, serás gris.
Y, después de esto, ¿todavía tienes cara
para llamarme "hombre de color"?

domingo, 5 de febrero de 2012

CARTA A DIOS

Gracias. Con esta palabra podría concluir esta carta, Dios mío. Porque eso es todo lo que tengo que decirte: gracias, gracias. Toda mi vida es testimonio de dos cosas: he sufrido no pocas veces de manos de los hombres, he recibido arañazos, desagradecimientos, soledad e incomprensiones. Pero de Ti nada he recibido sino una interminable siembra de gestos de cariño. Mi última enfermedad es uno de ellos.
Me diste primero el ser. Esta maravilla de ser hombre. El gozo de respirar la belleza del mundo. El de encontrarme a gusto en la familia humana. El de saber que, a fin de cuentas, si pongo en una balanza todos esos arañazos recibidos serán siempre muchísimo menores que el gran amor que esos mismos hombres pusieron en el otro platillo de la balanza de mi vida.
Tú acompañaste el don de ser con el de la fe. Lo absurdo hubiera sido no quererte. Lo difícil hubiera sido vivir en la amargura. Al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que cuando llegan, ya no son negras sino sólo un tanto grises. En Ti me siento siempre como acorazado ante el sufrimiento.
En la miseria he seguido siendo tuyo, y hasta me parece que tu amor era tanto más tierno cuantas más niñerías hacía yo.
El mayor de tus dones fur tu Hijo, Jesús. Si yo hubiera sido el más desgraciado de los hombres, si las desgracias me hubieran perseguido por todos los rincones de mi vida, sé que me habrá bastado recordar a Jesús para superarlas. Que Tú hayas sido uno de nosotros me reconcilia con todos nuestros fracasos y vacíos. ¿Cómo se puede estar triste sabiendo que este planeta ha sido pisado por tus pies? ¿Para qué quiero más ternuras que la de pensar en el rostro de María?
El cielo lo tenemos ya desde el momento en que podemos amarte. Nos vamos a morir sin aclarar cuál es el mayor de los dones: si el de que Tú nos ames o el de que nos permitas amarte. Y me da un poco de risa eso de que nos vas a dar el cielo como premio. ¿Cómo premio de qué? Eres un tramposo: nos regalas tu cielo y encima nos das la impresión de haberlo merecido. El amor es ya por sí solo la felicidad. Saberte Padre es el cielo. Claro que no me tienes que dar porque te quiera. Quererte es ya un don, no podrás darme más. Tú eres la única y última razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin Ti? Eres Tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y retirarme.

Razones para la amor” (José Luis Martín Descalzo)

miércoles, 1 de febrero de 2012

OFERTORIO

Dios mío, yo te ofrezco mi dolor: es todo lo que puedo ya ofrecerte.
Tú me diste un amor, un solo amor, un gran amor.
Me lo robó la muerte y no me queda más que mi dolor.
Acéptalo Señor: es todo lo que puedo ya ofrecerte.

(Amado Nervo)