TEXTOS PARA MEDITAR

TEXTOS PARA MEDITAR
En esta sección irán apareciendo distintos textos, poesías, pensamientos de autores conocidos,... que nos pueden ayudar a reflexionar un poco y a meditar sobre nuestro comportamiento como cristianos.

miércoles, 31 de agosto de 2011

VALORES IMPORTANTES

Al comenzar la clase, un profesor, sin decir una palabra, tomó un recipiente de vidrio vacío y lo llenó con grandes piedras. Preguntó a los alumnos si el recipiente estaba lleno. La respuesta fue afirmativa. Sin embargo, el maestro metió todavía en el recipiente una cantidad importante de pequeños cristales y lo agitó levemente. Los cristales, naturalmente, se metieron entre los espacios que dejaban las piedras. Preguntó de nuevo si el recipiente estaba lleno. Los alumnos respondieron que sí riendo. Enseguida el maestro cogió una caja de arena y la echó también en el recipiente; la arena, claro está, rellenó todos los espacios vacíos. El profesor dijo a los alumnos:
-Fijaos bien que así es nuestra vida. Las piedras simbolizan lo que es importante: la familia, la fe, la salud, los hijos. Aunque todo lo demás se perdiera, esos valores seguirían allí, y vuestra vida estaría completa. Los cristales representan los bienes materiales, como el coche, el teléfono...Son útiles pero no indispensables. La arena, son las pequeñas cosas que encontramos en la vida.
Si uno pone al principio arena en el recipiente, no le quedará espacio para los cristales ni para las piedras. Lo mismo vale para tu vida. Si dedicas todo el tiempo y todas las energías a las cosas pequeñas, no te quedará espacio para lo que realmente es importante, para ti y para la familia. Presta atención a todo lo que es esencial para tu felicidad. Juega con tus hijos. Reserva un tiempo para la familia y para la Iglesia. Cuida primero de lo que realmente es fundamental. Establece prioridades. Lo demás es sólo arena.

“Abriendo caminos” (I.Vian y A.Colombo)

APENAS UN MINUTO

Ella creía que era una mujer feliz como pocas. Casada con un hombre por el cual se apasionó durante los años iniciales de su adolescencia, vivía como una mujer realizada. Y además tenía un hijo para completar su felicidad. ¿Qué más podía desear?
Al despertar todas las mañanas, se pasaba el día cantando. Realizaba con alegría todas las tareas del hogar, cuidaba de su hijo y esperaba al marido.
Todo iba muy bien, hasta el día en que descubrió la traición del hombre que tanto amaba. Y no era algo reciente. Ese problema ya existía desde hacía mucho tiempo.
Preocupada, se dirigió al marido y le exigió respeto. La respuesta que recibió fue brutal y violenta. El hombre encantador se transformó en una persona irracional y agresiva. Ese día se dio cuenta de que toda la seguridad de su matrimonio había terminado. Era lo máximo que podía soportar. No podría seguir conviviendo con alguien que había llegado a agredirla físicamente.
Con todo, una mañana de mucha tristeza, de gran angustia, tomó una decisión muy seria: matarse. Pondría fin a su propia vida. Pero deseaba venganza. Por eso tomó en sus manos al hijo de cuatro años y decidió matarlo también. Y que su marido sufriese de remordimientos. Su destino era el faro, cerca de su casa. Conocía aquel lugar donde el mar golpeaba con violencia el acantilado. Al atravesar las calles llenas de tráfico intenso, su hijo se le escapó de las manos y corrió entre los automóviles. Ella se desesperó. Era extraño, pues llevaba a su hijo de la mano para tirarlo por el precipicio para que muriese. Pero cuando lo vio en peligro, se olvidó de sí misma y corrió a su encuentro. En aquel momento, el niño se agachó y cogió un papel que el viento había dejado allí. Ella se lo quitó de las manos y un título en letras grandes le llamó la atención: “SÓLO UN MINUTO”, leyó. “En un sólo un minuto pasa la tormenta, el dolor pasa, el amigo ausente llega. El dinero llega, el amor sigue, la vida continúa.”
Ella siguió andando y leyendo la página. Era una página escrita por un sabio. Terminó de leer, y su impulso pasó, en apenas un minuto.
A veces, en momentos de rabia y dolor, tomamos decisiones tan precipitadas que no da tiempo para pensar en las consecuencias. Por eso, antes de intentar cualquier cosa negativa, piensa y valora que será más beneficioso actuar con calma y sabiduría.

“Abriendo caminos” (I.Vian y A.Colombo)

lunes, 8 de agosto de 2011

LOS CRISTALES DE LA VENTANA

Un matrimonio se fue a vivir a un barrio muy tranquilo. La primera mañana que pasaban en la casa, mientras tomaban café, la mujer reparó, a través de la ventana, en una mujer que tendía las sábanas en el tendedero y comentó con su marido:
-¡Qué sábanas más sucias está tendiendo!
El marido observó en silencio.
Unos días más tarde, de nuevo, durante el café de la mañana, la vecina estaba tendiendo sábanas, y la mujer comentó con el marido:
-¡Nuestra vecina sigue tendiendo sábanas sucias!
Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso apenas veía a la vecina tendiendo ropa. Después de algún tiempo, la mujer se sorprendió al ver que la vecina tendía las sábanas muy blancas. El marido respondió con calma:
-Ayer me levanté pronto y limpié los cristales de la ventana de nuestra casa. No eran las sábanas de la vecina lo que estaba sucio, sino los cristales de nuestra ventana.
Todo depende de los cristales con los que miremos los hechos. Antes de criticar, observemos nuestros propios defectos y límites. Miremos ante todo a nuestra propia casa, hacia dentro de nosotros mismos. Sólo así podremos tener una idea del valor real de nuestros amigos. Lavemos los cristales de nuestro corazón-

Abriendo caminos” (I.Vian y A.Colombo)

EL MUCHACHO QUE FUIMOS (II)

Vivir tendría que ser la cosecha de la gran siembra de los años juveniles. Vivir es fructificar, y no simplemente irse degradando y envejecer.
Una vida llena es siempre el resultado de dos factores: apostar atrevidamente siendo jóvenes y mantener esa apuesta cuando se madura. Pero ¿qué proporción de humanos consigue las dos cosas?
Cuando los adultos le echamos la culpa a las adversidades de la vida para justificar nuestro saco de la vida vacío, nos estamos engañando a nosotros mismos. Porque la verdad es que el mundo entero reunido contra nosotros nunca podrá hacernos la cuarta parte del daño que nosotros mismos podemos hacernos. “El hombre –decía Von Kleist- no necesita más que sus propios pies para venirse al suelo, porque cada uno lleva en sí su miserable piedra para tropezar.”
Esa piedra miserable es casi siempre la mediocridad. El hombre rara vez peca por exceso. Peca más bien por pereza, por abandono, por ir renunciando a trozos de alma. Y es que la mediocridad deshincha la vida como un globo, a veces sin que siquiera nos demos cuenta.
Y un día nos miramos en el espejo de nuestros recuerdos. Y en el espejo aparece el rostro del muchacho que fuimos. ¿Será él quien nos juzgue en el juicio final? ¿Delegará Dios la tarea de valorarnos en las manos del muchacho que fuimos?
Prefiero que sea Dios quien me juzgue. Siempre será más benévolo. Porque yo sé que el muchacho que fui nunca perdonaría al hombre-traidor-a-sus-sueños que soy.

(J.L.Martín Descalzo)